¡Mamá, quiero ser diputado autonómico!

Que padecemos una crisis ya no lo niegan ni en el PSOE, incluso mi padre, capaz de conseguir la cuadratura del círculo con asuntos escabrosos de los de Ferraz niega que padezcamos una crisis económica galopante. Ya no se habla de desaceleración, ni de regresión, ahora parece que ya se puede decir con todas las letras que estamos ante una crisis económica.

Para algunos, nos encontramos ante una similar a la de 1929 aunque desacelerada, lo que hace que sus consecuencias se manifiesten más lentamente. Los bancos lloran porque los beneficios menguan (que no desaparecen), las constructoras mendigan a los gobiernos y la patronal reclama una inyección de capital que les haga salir del pozo. Todo esto suena al cuento de la cigarra y la hormiga, aunque en este caso las hormigas no pasamos un buen invierno con lo recolectado, los que durante el año vivimos puteados estudiando y trabajando los fines de semana para poder pagar una puñetera letra de ese maldito ordenador que nos compramos, para poder permitirnos un bono de transportes o, en casos como el mío, además tener que pagarnos un alquiler en otra ciudad para poder estudiar.

Pues bien, todo esto viene al repentino ataque de responsabilidad de mi paisana, vecina e incluso podría decir que incluso una cierta amistad nos une, María Jesús Álvarez, presidenta de la Junta General del Principado de Asturias. En un arrebato de decencia poco habitual en la Federación Socialista Asturiana y en la clase política asturiana en general, ha decidido congelar los sueldos de los diputados para así hacer frente a la crisis (sí, como decía antes, en el PSOE ya hablan de crisis). Una repentina austeridad que, ya metidos en harina de crisis, llama por lo menos la atención que sea ahora cuando sean conscientes de sus sueldos de ejecutivo.

Nuestra presidenta, percibe mensualmente de las arcas de los asturianos 5.242 euros a los que debemos sumar 18 céntimos de euro por kilómetro en concepto de dietas de desplazamiento. Junto a ella están los portavoces de los grupos parlamentarios que superan los 3.000 euros e incluso rozan los 4.000, al igual que los miembros de la mesa del Parlamento autonómico. Quien menos cobra percibe mensualmente 1.866 euros más el kilometraje. Y si ya eres un ex-maoísta reconvertido en social-liberal ya las cuentas se disparan, o si no que se lo pregunten a Antonio Masip.

Y uno se pregunta, ¿por qué? ¿Por qué la gente asume como normal que un cargo político electo cobre al mes semejantes sueldos? ¿Por qué se ve como un privilegio en Asturies que un joven sea mileurista, se vea como normal cobrar 800 euros y nadie mire arriba y vea lo que nuestros politicastros perciben por su supuesta labor de servicio a la sociedad? Ya no hablo siquiera con seguir el ejemplo de los compañeros del Bloco de Esquerda de Portugal, ni siquiera hablo de la inexistente dignidad política de nuestros gobernantes, solo me pregunto en qué falla nuestra sociedad para que nadie se indigne al ver que la hipoteca sube, que el empleo empeora, que se disparan los precios y que ellos, quienes mandan, con un gesto de altanería y paternalismo decidan rebajar sus desorbitadas nóminas para dar un ejemplo de falsa honestidad que tape esa macabra tendencia a la asunción de roles jerárquicos y elitistas, que oculten su desmesurada concupiscencia.

Crisis sí, pero mientras tanto una ex-compañera de pupitre que dejó la carrera por la política seguirá cobrando de los impuestos de todos casi 3.000 euros mensuales, y mientras mi vecina azafata seguirá contándome las propinas de 100 euros que El Pocero le da cada vez que viene con su jet privado a Asturies a sus consultas oftalmológicas.

Crisis sí, pero para los de siempre…

¡Mamá, quiero ser diputado regional, aunque solo sea un mes, para poder acabar de pagarme las letras que me quedan del ordenador y las mensualidades que me faltan del alquiler del piso!